Juan Ramón Jiménez se acompañó de Platero y yo disfrute de
Luah. Qué por el aspecto todo indica que fueron parientes, tal vez primos.
Ahora están juntos trotando y corriendo por el infinito universo.
Luah no se diría que era toda de algodón sino de un
extraordinario terciopelo y como su primo parecía no tener huesos en el
mullidito cuerpo diminuto, seguramente en su interior solo existió alma,
corazón y amor a grandes maullidos, aunque hasta en el maullar era discreta y
silenciosa.
Sus ojos verdes esmeraldas de esperanza vibrantes,
inquietos se bastaban para iluminar la estancia donde ella estuviera.
Si la silbaba venia y se tumbaba a mis pies y entonces
dejaba de ser una gatita, pasaba a la fase de alfombra mágica y calentita, en
eses instante su ronroneo era tan sutil y relajante como escuchar el mar en una
caracola.
Disfrutamos de sus alegrías, también de sus cambios de
humor. Todo en ella era luz y llegó a nuestras vidas a iluminarnos y enseñarnos
la importancia del calor en el alma y la dulzura del corazón.
Ya no estás pequeña, pero todo lo llenas. Da igual el
camino al que me dirija, pues vives en cada momento, me acaricias en cada
instante. Que gran gata en ese minúsculo cuerpecito. Ahora estas con ellas tus
hermanas las estrellas y subida al lomo de tu primo Platero.