domingo, 22 de septiembre de 2019

Érase una vez que se era...




Érase una vez en un nuevo siglo, en esta era. Parieron los astros sin ser primavera.
Érase que se era un príncipe sin zapatos, calzando playeras. Pequeño, travieso no se detenía ni ante los espejos.
 
Veintidós de septiembre amaneció lluvioso, sábado cualquiera, lugar prodigioso, de repente el sol lo convirtió en majestuoso.
En el borde del camino apareció tu rostro hermoso, las hadas y las ninfas te regalaron ser dichoso.
Dieciocho años que han transcurrido, que tiempo tan corto, que intenso camino.
Dieciocho momentos al infinito elevados, suspiros de los cuerpos por los abrazos derramados.
Érase que se era príncipe de larga cabellera, insuflando oxígeno, desperezando las venas.

Dulce golosada, derritiendo mi alma sin notarse nada. Sapito de ojos verdes transformado en caballero sin capa ni sombrero.
Al final, octava maravilla, en un mundo que no sabe de la nueva estrella ¡Cómo brilla!
Sin trono ni imperio que gobernar, abordaste mi mundo, ya nada es igual.
Aroma fresquito, con cada gota de tu ser revivo un poquito. Luz intensa, el universo contigo recibe recompensas.
Estímulo para suspirar, tus pestañas al abanicar. Oasis venidero te reconocerá el mundo entero.
Érase una vez que se era un alma repleta de ilusiones sinceras.
Érase una vez que se era el cimiento de mi vida, alegría de mis penas.


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