Érase una
vez en un nuevo siglo, en esta era. Parieron los astros sin ser primavera.
Érase que
se era un príncipe sin zapatos, calzando playeras. Pequeño, travieso no se
detenía ni ante los espejos.
Veintidós de septiembre amaneció lluvioso, sábado cualquiera,
lugar prodigioso, de repente el sol lo convirtió en majestuoso.
En el
borde del camino apareció tu rostro hermoso, las hadas y las ninfas te
regalaron ser dichoso.
Dieciocho
años que han transcurrido, que tiempo tan corto, que intenso camino.
Dieciocho
momentos al infinito elevados, suspiros de los cuerpos por los abrazos
derramados.
Érase que
se era príncipe de larga cabellera, insuflando oxígeno, desperezando las venas.
Dulce
golosada, derritiendo mi alma sin notarse nada. Sapito de ojos verdes
transformado en caballero sin capa ni sombrero.
Al final,
octava maravilla, en un mundo que no sabe de la nueva estrella ¡Cómo brilla!
Sin trono
ni imperio que gobernar, abordaste mi mundo, ya nada es igual.
Aroma
fresquito, con cada gota de tu ser revivo un poquito. Luz intensa, el universo
contigo recibe recompensas.
Estímulo
para suspirar, tus pestañas al abanicar. Oasis venidero te reconocerá el mundo
entero.
Érase una
vez que se era un alma repleta de ilusiones sinceras.
Érase una
vez que se era el cimiento de mi vida, alegría de mis penas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario