Arriba y abajo, el verdor de tu alma tranquila y serena hace que aún de día, brillen las estrellas.
Deprisa el tiempo, despacio el momento, en el que acunarte, meciéndote con el viento.
Risas fugitivas, siempre contagiosas, dibujan tus labios, tiernos como rosas.
Inquieto e inconfundible, un corazón infalible.
Atento, amoroso, eterno niño de mis ojos.
No hay lugar en el mundo, ni tiempo transcurrido, en el que mi ser al tuyo, permanezca siempre adherido.