Creíste en el alma de las cosas, por eso agitaste las piedras
preciosas.
Dudaste tranquilo la existencia de los hilos, seguiste a las
arañas y entendiste la maraña.
Afirmaste rotundo que no había mar sin rumbo, hasta que un
pez embrujado te susurro del otro lado.
Intentaste capturar el olor de las rosas, así las desgranaste
hasta palidecer de hermosas.
Pensaste que el alma no era prodigiosa, por ello te
visitaron galantes mariposas.
Soñaste que la magia no era ni de los sueños y así te
despertaste con la magia de mis recuerdos.
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