A veces río, a veces lloro, más mi corazón sigue siendo de
oro.
En caminos entornados los ojos se han desperezado.
En la llanura estival mi alma vuelve a brillar.
En el pensamiento ufano, la alegría de la mano.
En el pensamiento escabroso, brotan lágrimas de mis ojos.
En el bien y en el mal, sin límite ni lugar, se esconden las
alegrías de escribir poesías.
En el interior desasosegado los versos me han transformado.
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