Que terrible
ansiedad, envolvía mi mañana.
Que profundo
surco en el centro de mi alma.
Cuántas risas
producidas, por un dulce resplandor de plata.
Cuánta rutina
lejana, cuán cercano tu amor recogido en un rincón,
posado en una mano.
He mirado al
horizonte, buscando mi mañana.
He visto salir el
sol, teñido de desesperanza.
He querido llorar, por no entrar a tu morada.
Prefiero sino reír,
no con los ojos de la cara.
Y soñar dulce
sueño, el reencuentro de dos almas.
Seguiré esperando
entre tinieblas vagas, abrazos y destemplanzas.
Llegará pues el
tiempo, del retorno de las almas, cuando el rio fluya solo
manantial de agua
dorada.
Siempre estaré allí,
incansable estatua labrada…
1990
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ResponderEliminarTan bonita como Tu
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