No son caricias lo que yo anhelo sino un alma de caramelo.
Un alma divina con sabor a mandarina, un alma encantada como
las de las hadas.
Un alma fugaz en un momento, pero siempre a mi lado, aunque
estalle el tiempo.
Un alma poeta rociada de bondad, donde desparece la palabra
deslealtad.
Un alma amiga dispuesta a desvelar la vil mentira que nos
pueda matar.
Un alma transparente, rocío en gota, que susurre palabras,
las que a mi corazón alborotan.
Un alma fiel en pensamiento y palabra, que se funda conmigo
en los sinfines del alba.
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