La imagen etérea de los cristales, condensa fugas de pensamiento.
El vórtice acuoso de lo inerte, fibrila instantes pasajeros.
El maremoto profundo del saliente, contrae verdades arraigadas.
El epicentro sangrante de los delirios, azucenas decididas rebela.
El arrecife desdeñoso del suspiro, arrebata los sinsabores mundanos.
El cerro asoleado de la mañana, dibuja siluetas de cantares.
La ladera hiriente de amapolas, hace mella de luz en los fulgores.
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