La agotada lira dejo un surco en su melodía, arrebatado de
pasión, inerte de valía.
El extasiado violín me adorna con sus notas sin fin, despojándome
de mi arrojo
sigo buscando los ojos.
El tambor turbulento me recuerda mis momentos, los de la ira
desatada, aunque aquí no
pase nada.
El piano en su andadura me devuelve la cordura, no me juzga,
no me miente, solo me
muestra mi mundo resplandeciente.
De entre todos, el arpa con su majestuosidad, me pide que
respire mostrándome su lealtad
aquella que no admite distorsiones de la verdad.
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