Entregue el corazón en el borde del camino, sin darme cuenta
que era solo mío.
Entregue el dolor en el sufrimiento errante, de que sirvió,
ya no soy la de antes.
Entregue la vida de dulzura y esperanza sintiendo derretirse
el centro de mi alma.
Entregue las alas al dueño y portador, era mentira, se
escondían en un rincón.
Entregue sincero el suspiro de mi mundo, se quedó varado en
un socavón profundo.
Entregue alegrías y tristezas que a mil vueltas y sin motor
conservaron la belleza de este loco corazón.
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